Recuerdos de colimba: la Semana Santa que inicio en Calera y puso en vilo al país

La “Semana Santa” de 1987: Todo empezó el miércoles 15 de abril en Córdoba, gobernada por Eduardo Angeloz, cuando el mayor Ernesto “Nabo” Barreiro rehusó presentarse ante la Cámara Federal local. Lo acusaban de haber sido el jefe de los torturadores de La Perla, el mayor centro de exterminio de detenidos en la provincia. Barreiro huyó a refugiarse al Regimiento de Infantería Aerotransportada 14, donde lo escondió su jefe, el teniente coronel Luis Polo, que estaba al tanto del inminente alzamiento. “Si llaman a declarar a uno de los nuestros, nos plantamos todos”, se habían juramentado, entre otros oficiales, Polo, Aldo Rico, Enrique Venturino y Ángel León, un joven teniente de infantería en 1970, cuando estalló el brote guerrillero en la Argentina.



Angeloz pidió la intercesión del entonces obispo de Córdoba, Raúl Primatesta, para que intentara mediar en lo que ya era una declarada rebelión, aunque nadie todavía la calificara como tal. Primatesta llegó al regimiento, se tomó de la mano con varios oficiales y rezó un Padrenuestro, según reveló Polo años después. Y mientras el jefe de la unidad entretenía a los periodistas en la puerta de la unidad, Barreiro se esfumó. La leyenda, nunca confirmada pero jamás desmentida, dice que lo hizo en el baúl del auto del prelado.



Pero la acción ya no estaba en Córdoba. Había pasado a Campo de Mayo donde Rico, que había dejado el regimiento de Infantería 18 de San Javier, Misiones, había tomado la Escuela de Infantería. Los rebeldes montaron un show de gusto dudoso pero de efectividad garantizada: desplegaron un infierno de armas pesadas y aparecieron ante las cámaras con los rostros pintarrajeados a lo Rambo y expresiones de ingenua ferocidad; una puesta en escena que hizo que miles de personas, curiosos, manifestantes, periodistas, militantes, artistas, intelectuales, trabajadores y estudiantes, rodearan la unidad para saber qué pasaba o para insultar a los alzados.

Martes 14 de abril. El Mayor Ernesto “Nabo” Barreiro se negó a prestar declaración ante la Cámara Federal de Córdoba cuando fue imputado por torturas y asesinato a militantes secuestrados durante la última dictadura en el Centro Clandestino de Detención de La Perla, el más grande de la provincia gobernada por el radical Angeloz. Barreiro era un hombre de la inteligencia militar con mucha influencia en importantes sectores de la oficialidad y dirigía los interrogatorios.



Miércoles 15 de abril. Con asiento en el XIV Regimiento de Infantería Aerotransportada 14 del Tercer Cuerpo de Ejército y protegido por su superior el Teniente Coronel Luis Polo, Barreiro inició un amotinamiento entre sus sublevados. Cuando la policía intentó trasladarlo por la fuerza al Tribunal, 130 efectivos, entre ellos soldados y oficiales, se acuartelaron exigiendo el fin de los juicios y el cese de la persecución. Comienza el primer levantamiento carapintada.



En el peor momento y en el peor lugar
Leo Margaría es docente de Educacion física en distintas instituciones de las Sierras Chicas. Con 18 años le tocó vivir el levantamiento carapintada en la Guardia del Tercer Cuerpo de Ejército tras ver como se escondía en el edificio de enfrente (XIV Regimiento de Infantería Aerotransportada 14), el Mayor Ernesto «Nabo» Barreiro tras ser citado a declarar como explicamos más arriba. Así lo vivió: «yo ingreso en 1987 por sorteo como era en esa época. La clase anterior había entrado desde el 730 y yo tenía el 659, mi clase entró desde el 600 más o menos. Era la época en que no había plata para darle de comer a los soldados y por eso nos mandaban cerca de la casa donde vivíamos para poder mandarnos a comer al mediodía», arranca el relato.

«La situación basicamente fue esta. El que iba y venía permanentemente desde hacia 15 días antes era el Aldo Rico, tené en cuente que yo estaba en a Compañía Comando y Servicios del Tercer Cuerpo de Ejército y que él se movía con los jefes y en e nivel superior. Y si, yo lo debo haber visto en esos veinte días a menos cinco veces asistir al ugar y ser bastante agresivo con el Cuerpo Militar», recuerda Margaria.



«Sobre el alzamiento no teníamos idea, yo estaba de Guardia, entraba de refuerzo y servicio al mediodía y me toca el primer día de Semana Santa, cuando entro de servicio y la mañana siguiente antes de que nos relevaran empieza un tiroteo o más bien que tiraban del Regimiento Aerotransportada 4 hacia el Tercer Cuerpo de Ejército donde nos ordenaron que no nos moviéramos. El reemplazo de a Guardia tampoco vino, y se generaron situaciones tensas para nosotros como soldados. No sé si estuvimos bajo fuego porque no sé si nos tiraban a nosotros. Si sentiamos las baas pasar cerca o en los pilares de a entrada detrás de dónde yo estaba apostado en el puesto Uno. No sé la deseo a nadie, ademas de que había una animosidad evidente contra quienes no defendían la ideología carapintada. Nosotros estábamos en el Tercer Cuerpo de Ejército y los carapintadas en todos los regimientos de paracaidismo de la zona», continua relatando sobre el inicio del primer levantamiento de los que soportó el Gobierno de Raúl Alfonsín.

Margaria en 1987

«El que manejaba las cosas era Aldo Rico, y manejaba la Aerotransportada, no la Compañía de Comandos y Servicios donde estaba yo y contra quienes disparaban. Bajo fuego continuo habrán sido un par de horas y tiros esporádicamente cada 30 o 40 minutos, no de intercambio pero si de ráfagas cada tanto. Cuando nos dejaron salir de la Guardia nos hicieron dejar el armamento y cruzar por un puente peatonal que une el Tercer Cuerpo de Ejército con la Aerotransportada 4 y apenas bajamos tuvimos el primer alto o el ‘Alto, quién vive’ que se llama y que sirve para identificarnos. Eramos si mal no recuerdo ocho o diez de la Guardia que salíamos. Fue el primer parate y desde allí nos ordenan ir hacia la Guardia de la Aerotransportada 4, debemos haber hecho unos cuarenta o cincuenta metros y otra vez identificarnos todos los soldados. Todos los que nos gritaban eran cuerpos de suboficiales u oficiales. Otra vez ya a 200 o 250 metros de la Guardía principal nos pararon dos veces más. Alli nos anotaron los nombres, y nos dejaron salir, evidentemente todos cambiados de civil, nadie de verde para ir a tomar el colectivo cada uno a su hogar o donde estuviera parando. Fue un momento grande de tensión porque la parada estaba frente al Puesto Uno, el de adelante, del Tercer Cuerpo de Ejército, que está frente al Puesto UNo de la Aerotransportada 4, o sea al medio del conflicto. Era una cuestión de tensión y presión permanente hasta que vino el primer colectivo que vino y nos llevó. Nosotros eramos colimbas, pero para ellos la identificación era o estabas a su favor o estabas en su contra. Las órdenes que teníamos eran que si no teníamos informaciond e que este lío había pasado no se volvía al cuartel y no regresamos hasta el lunes o martes de esa semana cuando todo había pasado», describió el docente sobre un momento histórico que inició en La Calera y luego se trasladó a Campo de Mayo, haciendo temblar la joven democracia y las esperanzas de todo el país.




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