«Aunque no sea La Habana»: a un año del fallecimiento de Guillermo Lehman

“¿Cómo anda el Hemingway de Sierras Chicas?, siempre en lugares bohemios, aunque no estemos en La Habana”, le pregunte a Guillermo Lehman una de las tantas veces que me lo encontré absorto en la redacción de una nota en el bar de la Terminal de Río Ceballos.
“Ni yo sea Hemingway” me contestó entre risas. Lo conocí en una jornada por el Día del Periodista en el Centro Comercial local donde me tocó compartir panel con ‘tanques’ como Pablo Sigismondi, Manolo Lafuente, Adriana Spila y él como moderador. Poco después supe que la invitación fue idea suya.

Replicó el invite al año siguiente para que diera un taller de periodismo digital en la Biblioteca Popular Sarmiento, otro de sus lugares de culto. “Al fin algo de periodismo”, interrumpió mi perorata en dicho espacio al escucharme pronunciar “Volanta, Título y Bajada”, tras largos minutos de Big Data, Redes y demás ansiedades modernas. El me agradeció ese taller redactando una nota perfectamente documentada con material de su querida “Biblio” sobre Festirama.

En otra ocasión lo observé e imité esperando pacientemente como la marabunta de periodistas atacaba y se interrumpía para entrevistar a un ministro de visita en la Muni de Unquillo. Cuando la jauría se alejó, hicimos la nota juntos, ya sin chances de que los demás graben las mismas preguntas y respuestas sobre los mismos temas y mostrándome toda su serenidad y sapiencia en el arte de repreguntar.

La última vez que lo ví fue unos meses antes de su muerte en una esquina de su querido Río Ceballos, donde me invitó a tomarnos un café para armar alguna cobertura conjunta de las Elecciones. El café quedó pendiente y me sorprendió saber su estado de salud y posterior fallecimiento comentando el tema con otros colegas y vecinos, ninguno de los cuales tenía una palabra en su contra (todo un milagro en el ambiente). Esa sencillez y calidez que demostraba en el trato pese a ser el referente local del medio más importante de la Provincia, esa humildad y ganas de aprender como niño curioso me llevan a pensar, sin haberlo conocido tanto, que se trataba de una “rara avis” en el periodismo, tan plagado como está de ególatras alardeando de nuestra ignorancia. Creo por eso que su partida me privó de aprender de uno de los buenos en serio.

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