¿Qué conocemos del Pueblito de Ministalalo?

Por Pablo Reyna. Este año desde Casa Común y la Coordinadora Ambiental y Derechos Humanos Sierras Chicas comenzamos un camino de reconocimiento de los valores culturales conocidos como arqueológicos de nuestro Corredor. Es muy importante decir que es un camino donde ya otros grupos y personas lo han venido enriqueciendo con sus saberes, sentires, haceres – En este presente queremos colaborar para recuperar memorias, los relatos de nuestro territorio, que le dan sentidos a los hallazgos materiales que vamos reencontrando desde diversas perspectivas y a nuestro presente, desde una parte de nuestro pasado muy callado.
En esta oportunidad agradecemos el aporte y el apoyo que nos brinda Pablo Reyna M, profesor y licenciado en Historia, integrante de la Comunidad Kamiare-Kamichingon Timoteo Reyna:
“EL PUEBLITO DE MINISTALALO: REFLEXIONES SOBRE SU PASADO-PRESENTE
Acerca de la antigüedad humana en Sierras Chicas
Desde hace varios miles de años existe vida humana, de manera continuada y sin interrupciones, en lo que hoy denominamos Sierras de Córdoba y sus adyacencias. Puntualmente en nuestra región, es conocido el hallazgo de restos humanos, realizado en la denominada gruta de Candonga (hoy destruida), que ha demostrado que la antigüedad de la vida humana en Sierras Chicas, es de al menos, 12 mil años. También son conocidas, las llamadas por los arqueólogos culturas Ayampitin (9700 8000 años AP AP1) Ongamira (6500 años AP) e Intihuasi. Estos nombres asignados , en realidad son construcciones étnicas desde el presente, que consustancian y reducen ciertas prácticas, materialidades, saberes, y formas de habitar, a horizontes culturales que compartirían, más o menos, rasgos comunes y asimilables . Por lo que no hay certezas acerca de cómo se nombraban así mismos los habitantes de esos periodos. Ya en las primeras centurias de la era cristiana, se empiezan asentar y desarrollar, de manera más estable, grupos humanos, que posteriormente fueron llamados comechingones.
La multietnicidad en las Sierras, y las poblaciones Camiare
Es ya conocido el debate acerca de si nuestra “cultura comechingona” fue, en sus inicios, una unidad cultural homogénea, como se afirmó a principios y mediados del siglo pasado. Los estudios etnohistóricos y antropológicos, como así el análisis crítico de las fuentes coloniales, han permitido establecer que no existió. de hecho, un pueblo comechingón, sino que a lo largo y ancho de todas nuestras sierras y alrededores, se asentaron, y se (re)crean, en términos de etnogénesis, diversos pueblos camiare (serranos), desde los inicios de la era cristiana, e incluso hasta el presente. Por razones conocidas, como la invasión y el dominio colonial, existió un corte al desarrollo de nuestras culturas serranas, pero en los últimos años, se están dando nuevamente procesos, que son llamados por los antropólogos, como de “comunalización” (Bompadre 2015 y Palladino 2018)
Ahora bien ¿de dónde salió la idea de lo “comechingón” para referirse a nuestros antepasados/as? Con anterioridad a la primera entrada española (en 1528) al territorio serrano, a las poblaciones de las sierras y sus adyacentes, se las conocía con el nombre de “comechingones”. Las “Probanzas de Pedro Gonzáles del Prado”, crónica de la entrada de Diego de Rojas de 1543, fueron las primeras en nombrar por escrito, como –“comechingones”, a la gente de las sierras; es decir, a nuestros antepasados y antepasadas
1 AP: antes del presente
. Para el historiador Raúl Mandrini (2004) y para Anibal Montes (1950 y 2008) los españoles utilizaron el nombre de“comechingones” en un sentido espacial y geográfico, ya que lo escucharon –en lo que hoy es Santiago del Estero- por los expedicionarios del recientemente nombrado Diego de Rojas. Es que los sanavirones de esa región aplicaban esa denominación a sus vecinos y vecinas –y es normal que los españoles hayan escuchado ello- ya que hacía referencia a la costumbre de habitar en las grutas o cuevas (como señala Madrini) o en sierras (como señala Montes). Como se aprecia las coincidencias solo presentan una contradicción: parece haber existido una confusión, en la interpretación y traducción, entre cueva y sierra. Aunque a la distancia, y tratándose de lenguas que no dominaban los españoles, se puede observar que las dos interpretaciones apuntan a “los habitantes” o “gente” de un “lugar geográfico” (las sierras). Montes, afirma entonces, que se confundió un etnónimo con un toponímico, es decir, el nombre de un pueblo, con el nombre de la región. En todo caso, las investigaciones contemporáneas permiten pensar que “ese nombre general no designaba a un grupo homogéneo sino a comunidades diferentes que, aún compartiendo algunos rasgos generales de su modo de vida, presentaban amplias diferencias” (Bompadre, 2015). Es aceptado en la actualidad, gracias al trabajo de Montes, que el término comechingon, entonces, refiere al territorio donde “vivían muchos pueblos serranos”. Comechingon, es entonces una “palabra híbrida” que significa <serranía con muchos pueblos>; donde “Cami” es sierra; “chin” es pueblo o comunidad, y “gon” es la pluralización. También señalan, además de Montes, Rodriguez Isleño (2011) y Pablo Cabrera (1931), que “camiare” es la designación a los habitantes de las sierras; aun conocidas las diferencias que nuestros pueblos mantuvieron entre sí.
Entonces ¿Quiénes eran esos pueblos camiare o serranos?. Enumerarlos sería un trabajo arduo, por lo que sólo diremos que cada pueblo tenía autonomía propia, pertenencia a un linaje familiar (o a veces suprafamiliar), a una autoridad política (nawan o navira), y a unsector geográfico de las sierras (aunque este podía cambiar). A su vez, se establecían alianzas y contactos comerciales, espirituales y políticos con otros pueblos camiare y no camiare; para negociar accesos a aguadas, lugares de recolección, de caza, de ceremonia, etc. También existían las enemistadas y guerras. Por lo que la auto denominación identitaria que se daba cada pueblo o comunidad, hacía referencia a esas múltiples pertenencias territoriales, familiares, o políticas, como han afirmado González Navarro (2012) y Reyna M. (2018b). Al ser zona de tránsito, la Camichingonia, al decir de Montes y Cabrera, contaba con muchísimos aportes culturales, espirituales y lingüísticos de los pueblos kakanes (diaguitas), lules,sanaviron, mapuche, guaraníticos, etc. Reducir semejante panorama multiétnico a una sóla idea cultural (lo comechingon) fue la manera que encontraron los invasores, para nominar y dominar, a nuestros ancestros y ancestras.
En la actualidad, las familias que venimos de la historia profunda de las sierras, hemos tomado el término “comechingon” para autonombrarnos como indígenas de Córdoba; sabiendo lo expresado con anterioridad Aunque entre las mas de veintiséis comunidades existentes por estos días, la discusión no está zanjada. Sin embargo, se va lentamente caminando, a paso firme, para recuperar nuestra verdadera identidad, que es la camiare o kamiare; es decir, la serrana.
La invasión española: quita de tierras, imposición de identidad, y la errónea idea de la“extinción”Cuando las huestes españolas deciden fundar la ciudad de Córdoba, la zona que hoy conocemos como Sierras Chicas, era paso obligado hacia la ciudad de Santiago del Estero; cuya conexión y lazos hacia la región central del Virreinato del Perú, fue central para el dominio extranjero. Por lo que tal dominio, lógicamente, se afianzó mirando hacia la zona norte de la ciudad, donde se ubican las Sierras Chicas. Para ello, se asignaron tierras en encomiendas y se dieron mercedes de tierras a los empresarios conquistadores; como así también se crearon estancias. De esta manera, se expropiaron las tierras a nuestros ancestros y ancestras; mientras que fueron encomendados y evangelizados. Es decir, fueron obligados a prestar servicio personal y trabajar para los invasores.
Quizá la consecuencia más violenta aparte del robo de las tierras haya sido la quita de la posibilidad de la autoascripción o autonombramiento: la evangelización, no sólo cumplía funciones religiosas, sino también, intentó borrar la identidad indígena, ya que con el bautismo, se imponían los apellidos de los españoles a nuestros antepasados y antepasadas. Durante los siglos en que dominó el español, ya ni siquiera se los llamaba como “comechigones” (como sí hizo erróneamente durante los primeros años); eran simplemente “indios e indias”. Por ejemplo en 1576, el pueblo camiare de Mismico, pasó a conocerse como estancia de La Granja. Y a los y las habitantes de ese pueblo, se les impuso el apellido del español Reyna, que fue el dueño de la estancia (Montes, 1951, p. 63) Para el caso de lo que hoy es Salsipuedes, en 1584, el gobernador Juan de Burgos se autoasigna tierras pertenecientes al pueblo camiare de Ministalalo. La estancia empieza a ser conocida como Ministalalo “El nuevo”, que se diferenciaba de Ministalalo “El viejo”, hoy El Pueblito. Los indígenas que allí vivían, pasaron a ser por esos años, Burgos.
Es en 1617, que los habitantes originarios de la zona, son testigos y sufren la instalación de otra estancia: la de Sebastián de Tejeda. Y posteriormente en 1671, el gobernador Peredo le otorgó a Francisco Moyano Cornejo la encomienda de Ministalalo “El viejo” (hoy El Pueblito), con la obligación de asignar tierras a los indígenas camiare, encomendados. Unos años después en 1693 la encomienda cambia de manos a Miguel Moyano Cornejo, y los indígenas fueron registrados con esos apellidos, en la estancia “El Sauce”, también propiedad del encomendero.
Los habitantes originarios de Ministalalo, como los de la zona cercana de Chaguascate o Chavascate (hoy Cerro Azul y Agua de Oro), o de Ysquitipi y Tiusta (hoy Río Ceballos) –por nombrar algunas de las zonas cercanas- no sólo se vieron despojados de sus tierras, sino que también privados de su identidad; ya que, en cada encomienda o estancia, se evangeliza y se imponen, como dijimos, apellidos españoles a nuestras familias2.
Luego de la visita del oidor Antonio M. Lujan de Vargas en 1693 –quien recibe quejas de los mismos indígenas por falta de tierras, maltratos y abusos- se les reasignan tierras, y se los“reduce”. Es decir, se crea una reducción, que pasa ser conocida como “pueblo de indios de Ministalalo”. En realidad, esto ocurrió con muchos pueblos, luego de la visita de Lujan de Vargas: las reducciones de Cosquín, La Toma, Pichana, Nono, Soto, Nunsacate, San Marcos, Los Ranchos, etc., empiezan a conocerse como “pueblos de indios”; de allí a que a algunas de ellas –como La Toma y Ministalalo- se las llame “Pueblitos” hasta nuestros días.
Ya en la época borbónica, con la necesidad de aumentar los tributos y el control administrativo y político, el gobernador intendente Marqués de Sobremonte ordenó trasladar, en 1788 al pueblo de indios de Ministalalo “El viejo” al pueblo de indios de La Toma (cuya comunidad se ha reorganizado en la actualidad en barrio Alberdi desde hace 10 años). Las razones eran que el imperio español se hallaba sumido en una crisis imperial (que terminaría por sepultarlo en 1810) y, ante esa realidad, empezaron a llevar adelante una política más coercitiva. Sobre todo en pueblos de indios como del Ministalalo; ya que según las fuentes se hallaban todos “dispersos, sin sujeción a cacique o doctrina”. Y lo que era peor, sin tributar. El traslado a La Toma se concretó en 1788 y en 1792 la mitad de las familias de Ministalalo fueron anotadas en La Toma, como ha señalado Castro Olañeta y Tell (2016). En la actualidad algunos comuneros de la Toma reconocen esa filiación ya que en sus familias se conserva la memoria de ese vínculo simbólico, y parental, con El Pueblito. Sin embargo, al pueblo de indios de Ministalalo llegan trasladas forzosamente familias de diversos lugares de las sierras –como los Torres de Ischilin y ciudad de Córdoba- y aún, son reducidas, familias e individuos calchaquíes, luego de su “pacificación”.
2 Algunos de los apellidos españoles impuestos son: Rodriguez, Moyano, Ceballos, Ludueña, Reyna o Reina, Cabrera, Sosa o Soza, Torres, Casas, López, Sánchez, Jaime o Jaimes, Villegas, Guzman, Nieto, Bustamante, Villafañe, Acebedo, García, Olmedo, Pérez, Mejia, Ardiles, Cornejo, Albornoz, Nabarrete o Navarrete, Aguilar, etc. Es importante destacar que existieron traslados forzados de indígenas a diferentes estancias, encomiendas y pueblos de indios. Por lo que esos apellidos los encontramos en toda la geografía camiare; especialmente en ciudad de Córdoba y la zona norte y noroeste; que son las regiones de asentamiento histórico de población. A medida que iban llegando familias, las otras de las reducciones, las iban “adoptando” ya que compartían un mismo problema: el despojo (Reyna M. 2018a). Es así que en Ministalalo, por poner sólo un ejemplo, se encuentran familias también de otras regiones, e incluso de la zona kakana (calchaquí).
Una de las formas de controlar el pago de tributos fue el levantamiento de padrones y censos a la población indígena. En las fuentes de la época, aparecen, no sólo en Ministalalo sino en todos los pueblos de indios censados, escasas personas tributarias. Es decir, pocos “indios”. Esto llevó a una confusión historiográfica muy grave, que recién en los últimos años comenzó a aclararse: al existir pocos censados, se habló de que en Córdoba, los “indios” eran muy pocos y se había ido extinguiendo o mestizando (Bompadre 2015). No se tuvo en cuenta, que fuera de las reducciones –escapados o fugados- vivían muchísimas familias indígenas y afros, que no eran censadas, que había estado siempre en el lugar o que habían ido llegando “trasladadas” o por su propia voluntad. Este error, en cuanto a la lectura de las fuentes, construyó un discurso negador de nuestra presencia como indígenas en Córdoba; tomándose como sentido común, que habíamos desaparecidos.
3
Por otro lado, al definir la identidad desde paradigmas biológicos o de sangre, se esgrimió la idea de la “mezcla”. Esta forma arcaica de entender la identidad, no repara en que desde el punto de vista biológico, todos los pueblos del mundo somos mestizos. Pero fue puntillosamente aplicada para “medir” nuestra indianidad, con el fin de borrar las memorias familiares, y que no se realicen reclamos territoriales o políticos, sobre todo en la época republicana (Bompadre 2015 y Reyna M. 2018a). Ya sabemos que a un pueblo europeo oprimido (como los vascos o catalanes) no se les pide la carta biológica, pero a nosotros, indígenas, sí.
Tiempos republicanos
Como recién se nombra, fuera de las reducciones, encomiendas, estancias y pueblos de indios –aunque cercanos espacialmente- vivían muchísimos indígenas, –como han planteado Bixio y González Navarro (2009) Bompadre (2015) y Reyna M. (2018a)- que luego pasaron a ser percibidos como “criollos”. La construcción del estado nación y del estado provincial, a partir de 1810 –y fundamentalmente desde 1880 cuando comienza la modernización- negaron la posibilidad de la existencia de familias indígenas en tiempos republicanos. Para 1881 y 1885 se sancionan dos leyes provinciales (la primera llamada “Ley general de Comunidades”) que desamortizan las tierras comunitarias de los “antiguos pueblos de indios”. Es decir, que a fines del siglo XIX, y hasta su reglamentación definitiva –que en algunos casos fue en la primera década de 1900- el estado cordobés todavía estaba expulsando a nuestras familias de sus tierras.
3 Al respecto de este punto crucial se puede consultar Bompadre (2015); Palladino (2018), Stagnaro (2011), Reyna (2018a y 2018b), entre otros trabajos.
En el caso de Ministalalo, si bien no se han indagado la totalidad de registros y fuentes históricas, se tiene conocimiento que hasta principios del siglo XIX, aun existían tierras comunales, y por supuesto familias indígenas; que como se dijo, eran confundidas (sobre todo en los censos, en los que no se preguntaba por la adscripción étnica) como “criollas”. Las familias –como en otros pueblos de indios- ante un panorama tan adverso, guardaron silencio acerca de la identidad, ya que para gobiernos como los de B. Mitre, D. Sarmiento, N. Avellaneda, M. Juárez Celman (quien sancionó la ley de expropiación de tierras a comunidades en 1881) y J.Roca, el ser indígena era signo de vergüenza y hasta peligroso. Sin embargo, siguieron allí: en los antiguos pueblos de indios, que fueron “fundados” como ciudades o localidades, y en las sierras y campos cercanos; “confundidos” con nuevas personas que iban poblando nuestra geografía. Este fue puntualmente el caso de los –por lo menos- 9 pueblos de indios registrados, entre los que se encuentra “El Pueblito de Ministalalo” (Castro Olañeta y Tell 2016)
En tal sentido, la institucionalidad estatal, desde ideas positivistas y evolucionistas, colaboró para que desde la escuela, los programas educativos, la Universidad, los censos, etc., se negara la identidad indígena. Es que la idea de mestizaje y de crisol de razas, fueron paradigmas de negación, puntillosamente aplicados por la intelectualidad de fines del XIX y principios de siglo XX, que fueron a contramano de las memorias familiares y de nuestras prácticas culturales, como ha afirmado Bompadre (2015)
La cultura como construcción y la importancia de las “materialidades”
Como se ha dicho, la presencia de familias indígenas es continua desde hace por lo menos, 12 mil años., en Sierras Chicas. No solamente podemos afirmar eso desde ciencias como la Historia o la Antropología, o desde las memorias de nuestras familias, sino que bastaría, simplemente, mirar el paisaje arqueológico e indagar en profundidad nuestro territorio. A partir de lo que ha sido llamado como proceso de “re-emergencia indígena” por antropólogos y etnohistoriadores, desde hace más de veinte años, existe un marcado crecimiento de la población indígena en América, Argentina y Córdoba. En el último censo que se realizó en 2010, más de 50 mil personas se reconocieron como “indígenas” o “descendientes” en la provincia. Y desde hace 15 años, en Córdoba, nos hemos reorganizado en comunidades familiares y suprafamiliares. En 2015 el estado provincial, mediante la ley 10316 creó el Consejo de Comunidades Indígenas de Córdoba, y en 2017 se crea la organización de Comunidad Kamihenen, a la que pertenecemos al menos 10 comunidades. Es decir, existe una coyuntura favorable, para dejar de callar, y retomar las memorias familiares.
En la actualidad, se comprende, que tanto la cultura como la identidad no son estáticas, sino construcciones sociales y dinámicas. Es por ello, que muchas familias apelamos no sólo a las memorias sino a las materialidades y prácticas cotidianas para redefinirnos como indígenas.
En tal sentido, como se dijo la definición de la identidad desde el paradigma biologicista o sanguíneo, hace rato fue desmontado por la Antropología como ciencia. La presencia de sitios ceremoniales, morteros, conanas, pircas, etc. son parte de esas materialidades, recién nombradas. En El Pueblito se han registrado, desde la UNC y el CONICET, sitios “arqueológicos” –como son llamados por las ciencias-, que en realidad, son de uso actual y comunitario por parte de los vecinos y vecinas. Al respecto se puede consultar el exhaustivo trabajo de Cattáneo [et.al. 2015] en el que se marcan los sitios “arqueológicos” de “El Pueblito” a partir de la página 103 en adelante. Es importante señalar que las familias del Pueblito, reconocen haber hecho uso (y hacer) de morteros para la molienda, como así también, ante el boom inmobiliario, haber encontrado restos óseos, que muchas veces, son re-enterrados en silencio, a sabiendas de la historia del lugar.
Esas “materialidades”, en realidad, son marcas que dejaron nuestros ancestros y ancestras, que más que separar, por principio cosmológico, tenían la intención de “juntar”. Se construían colectivamente entre varios linajes y familias en diferentes momentos, con el fin de dibujar en los territorios lazos serpenteantes y laberínticos, seguir cursos de aires, marcar los pasos de animales y establecer vínculos entre comunidades y vecinos. Es decir, son formas de escritura y lectura, en el territorio, cuya funcionalidad estaba ligada a lo comunitario, ya que allí se congregaban las familias para la molienda de alimentos -como semillas y frutos- el preparado de bebidas ceremoniales, y la observación astrológica de un cielo tan lejano que debía ser al menos “capturado”.
Esas marcas, hoy nos interpelan. Si son nuevamente transitadas y vividas, establecen nexos de contacto con los anteriores caminantes y habitantes, y también con los que vendrán. En ese sentido son lazos de solidaridad y reciprocidad manifestada en el territorio, con el tiempo espacio. En un aparente cúmulo o “huecos”, en piedras se expresan valores sagrados, ya que los hombres y mujeres que caminan con/en ellas van hacia un lado y vienen de otro, estando y siendo. Y ese vínculo con lo que ya se caminó y construyó -el pasado- se complementa con el futuro o el hacia dónde vamos.”
Pablo Reyna M.
Prof. y Lic. en Historia
Comunidad Kamiare-Kamichingon Timoteo Reyna
Bibliografía
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Córdoba siglos XVI y XVII, Córdoba, Ed. Brujas.
 Bompadre, José María (2015), (Des)Memorias de La Docta. De barbudos miscegenados
a comechingones comunalizados: procesos contemporáneos de emergencia étnica en
Córdoba, Tesis Final del Doctorado en Antropología
 Cabrera, Pablo (1931), Distribución geográfica de los naturales de Comechingonia
(Segunda Parte), UNC.
 Cattáneo, Roxana [et.al. 2015], “El patrimonio arqueológico de los espacios rurales de
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 Castro Olañeta, Isabel y Tell, Sonia, (2016), “Los pueblos de indios de Córdoba del
Tucumán y el pacto colonial”, Revista del Museo de Antropología 9, Córdoba: UNC.
 González Navarro, Constanza, (2012), “Una aproximación al territorio indígena
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 Mandrini, Raúl J. (2004). Los pueblos originarios de la Argentina. La visión del otro.
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 Montes, Anibal (1950), Nomenclador cordobense de toponimia autóctona, De los Anales
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 Montes, Aníbal, (2008). Indígenas y Conquistadores de Córdoba. Buenos Aires. Isquitipe.
 Palladino, Lucas., “Re-emergencias comechingonas en Córdoba. Aboriginalidad y
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ciudad de Córdoba (2008/2009)” en Revista Pelícano, Vol. 4, Agosto de 2018.
 Reyna M., Pablo (2018b) “Imaginerxs e imaginadxs: las indianidades postizas y reales
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(Argentina)
 Reyna M., Pablo, (2018a), La desarticulación territorial de la Comunidad de Indios de
San Marcos hacia finales de siglo XIX, Tesis de Licenciatura en Historia, UCC. Inédita
 Rodriguez Isleño, Santiago (2011), La civilización perdida de los comechingones,
Sarmiento Editor, Córdoba
 Stagnaro, Marianela (2011), Representaciones escolares acerca de “lo Comechingón”
en Córdoba en Revista del Museo de Antropología 4: 227-234, 2011

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