Elena Holmberg, el eslabón perdido entre Massera, Montoneros y la P2

Mora Cordeu (Agencia Télam, año 2012). El secuestro y asesinato de la diplomática Elena Holmberg el 20 de diciembre de 1978 -investigado en un libro de la periodista Andrea Basconi- se dio en el marco de la feroz interna entre el general Jorge Rafael Videla y el almirante Emilio Eduardo Massera que implicó la muerte de personas afines a la dictadura cívico-militar en el marco de una lucha despiadada por el poder. El perfil de Elena, amiga personal de Videla, «muestra que ella creía en los objetivos del llamado Proceso de Reorganización Nacional. Fue siempre una antiperonista acérrima. En la división que hicieron los militares la Cancillería quedó bajo la órbita de la Armada, o sea de Massera», subraya la periodista.
El embajador argentino en Francia, Tomás de Anchorena, apunta Basconi, «le encargó a Elena que se hiciera cargo del Centro Piloto, pensado para neutralizar la propaganda negativa de los organismos de derechos humanos».



Sin embargo, «más allá de esos objetivos, Massera impulsaba que el Centro Piloto -cuyas actividades comienzan en 1977- estuviera en sintonía con su objetivo de convertirse en presidente».

Desde el momento del secuestro, señala Basconi, Lanusse intuye que ha pasado algo muy grave y así se lo transmite a los hermanos Holmberg. Siempre las sospechas recaen sobre Massera y no puede dejar de recordar la desaparición del periodista Edgardo Sajón». Ella tuvo el mismo destino trágico «que el periodista Rodolfo Fernández Pondal y el embajador Héctor Hidalgo Solá».

Para la autora, «costó conseguir testimonios en `on`, en 30 años muchos testigos se murieron, otros se `olvidaron` o no quieren hablar. En cambio, la familia fue muy generosa en aportarme todos los datos posibles, al contrario de gente que la conoció mucho y se mostró reticente: `Prefiero no hablar del tema`, me decían».



La primera percepción de la familia era que la había secuestrado un grupo terrorista -se la llevaron en un Chevy al llegar a su casa en Uruguay 1127-, pero nunca imaginaron de entrada que su desaparición estaba relacionada con el accionar clandestino de las fuerzas armadas.

«Para el padre era imposible pensar que el ejército tuviera algo que ver; un antepasado de Elena llevó la bandera a bendecir por orden de Belgrano y vino al país en la fragata Canning con San Martín», relata Basconi.

La atención fue puesta sobre algunos marinos que trabajaron en el Centro Piloto en París y en la ESMA -como Carlos Enrique Yon y los capitanes de corbeta Eugenio Vilardo y Roberto Pérez Froio- y cuando el caso se vuelve a abrir en 1982, «sus declaraciones son confusas y apuntan a desarticular la figura de Elena».



El ministro del Interior, Albano Eduardo Harguindeguy, y el jefe de la Policía Federal, Edmundo Ojeda, no titubearon en atribuirle el secuestro `a ese negro hijo de puta de Massera` horas después del hecho; y pese a los consejos en contra un hermano de Elena, Enrique (teniente coronel retirado) fue a ver a Rubén Chamorro (director de la ESMA) y obtuvo un lacónico `no` por repuesta cuando le preguntó sí ahí tenían a su hermana.

«Hay señales que Elena sentía que algo andaba mal. Le dice a otro de sus hermanos: – `estoy en problemas ya te voy a contar`, y este piensa que se trataba de algo similar que había pasado con el embajador César de la Vega, quien le aplicó una sanción en el último gobierno de Perón».

A Elena le había empezado a hacer ruido lo que pasó con la desaparición de las monjas francesas, una de ellas Léonie Duquet cuidó al hijo discapacitado de Videla.
«Y hay muchos que se preguntan por qué no la salvó de la muerte. Ahí se ve cómo Videla no era diferente, formó parte de esa maquinaria infernal», dice.



A principios de diciembre Gregorio «Goyo» Dupont la encontró en la calle y fueron a tomar un café. «El le preguntó si era verdad lo que había leído en Le Monde
sobre una reunión entre Massera y los Montoneros. Ella dijo que lo podía probar, y aunque después la familia dio vuelta el departamento, no encontró nada».

«De la supuesta reunión de Firmenich con Massera -de la cual no hay ninguna prueba fehaciente excepto la versión de Le Monde- es imposible pensar que Videla no sabía nada. Tenía que haber algo más que Elena sabía para contar», especula la investigadora.

A su entender, ella observa como el Centro Piloto se convierte poco a poco en una base de operaciones políticas de Massera y tiene una relación conflictiva con los marinos enviados allí como Jorge Enrique Perrén y Antonio Pernías.



«Llegaba Massera y estos tipos desaparecían por Europa, gastaban mucha plata. Yo pienso a raíz de muchas charlas en off que las pruebas tenían que ver con cuestiones administrativas. Y que mostraban las intenciones del jefe de la Armada», presume.

El tema de la P2, con Licio Gelli a la cabeza, «también aparece ligada a Massera como una forma de buscar financiación para sus planes. Elena vio y cuestionó movimientos raros, pero no sabía bien de qué se trataba».

«De ideología conservadora, ella pensaba que podía enfrentar todo. Si le dijo a Dupont que contaba con pruebas que lo incriminaban a Massera es muy probable que también se lo haya dicho a alguien de la Cancillería y eso selló su suerte -evalúa-. Puso en alerta a los que la iban a matar».



Las declaraciones de Dupont «están en el Juicio a las Juntas y en el expediente que se abrió por el caso de Elena. Y además de todo lo publicado en revistas, sus hermanos escribieron un libro de edición privada, donde cuentan todas las vicisitudes pasadas».

«Para ellos fue asesinada por la misma gente que operaba contra los supuestos terroristas, pero no para salvar a la patria de la subversión sino en aras de sus intereses políticos», añade. Los hermanos van a ver en la década del 80, cuando se reabre el caso, «como se desdicen tanto el comisario Ojeda como Harguindeguy de sus dichos apenas ocurrido el secuestro, haciéndolo responsable a Massera de lo ocurrido».

«Hay un mismo proceder, un círculo de silencio permanente por parte del aparato represivo, que también se aplica a gente como Elena que estaba a favor de la dictadura», analiza.



El libro recrea todo el periplo seguido por la investigadora para aportar más datos sobre la muerte de Elena Holmberg, pero aunque no arroja certezas, la sistematización de todo lo hecho a lo largo del tiempo muestra la lógica perversa aplicada por los militares.

«El caso de Elena constituye una prueba más de que la dictadura fue un plan sistemático de exterminio en pos de un proyecto de poder personal. La interna se los devoró y la resolvieron matando gente. Y también me hizo reflexionar sobre todo lo que pasó la familia de los Holmberg, imaginate lo que tuvo que atravesar la gente común en la búsqueda de sus seres queridos», concluyó.

Fuentes: Télam e Infobae



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