CÓMO EDUCAR A TU MASCOTA COMO PERRO K9

Por Romina Gallo. Pongámosle nombre a mis alumnos, Juan el humano, Rita la perra.

En nuestra primer clase, charlamos mucho sobre la vida de Juan y la de Rita, y luego sobre su interacción cotidiana y las cosas extraordinarias que hacen. Y de cómo se comporta Rita ante diferentes situaciones o estímulos.

Esa información, junto con la de la personalidad de Rita, me dan una idea más o menos acabada de cómo encarar la tarea de educarla y corregir algunas conductas indeseadas.

Igual…debo admitir que más de una vez, «lo que me dice» el perro al observarlo, dista bastante de lo que me cuenta su humano. No tanto en cuanto a rutinas, pero sí en cuanto al temperamento y la personalidad de la mascota.

Permítanme decirles que los humanos tendemos a idealizar o tener una idea «romántica» o distorsionada de nuestros perros también. Pero eso, si quieren, lo charlamos en otro artículo.

Ahora bien, volviendo a los protagonistas de esta historia…Juan me cuenta que todas las mañanas, cuando Rita escucha que suena el despertador, se acerca a la ventana de la habitación de Juan y le ladra, él se asoma, le habla, la acaricia y le dice que ya le dará de comer. Alrededor de 20 minutos después, sale al patio y le sirve a Rita su ración.

Si observamos todo el cuadro de situación, dentro de una misma rutina, hay varios hábitos: 1) ambos despiertan a la misma hora 2) Rita ladra en la ventana 3) Juan se asoma y la saluda, 4) en unos 20 minutos, sale a darle de comer a su perra.

 

Los perros, como los humanos, son animales de costumbres. Necesitan los hábitos para vivir. Y, de hecho, los aman.

Pero, qué son los hábitos? Los hábitos son conductas repetidas muchas veces que terminan convirtiéndose en nuestras actividades diarias, volviéndose algo automático. Y qué son las conductas? es la manera en que Rita, por ejemplo, se comporta al despertarse y la manera en que responde o reacciona a estímulos, como en este caso, el saludo de Juan.

Un dato curioso es que el cerebro de Rita tarda más o menos lo mismo que el nuestro, tanto para fijar una conducta, como para «borrarla» y aprender otra. Se solía decir que tardamos 21 días, pero en realidad es más. Veintiún días es el mínimo del tiempo necesario para que se cree un hábito (automaticidad) a través de la repetición de conductas.

Es decir que, un día, Rita decidió ladrar a la ventana de Juan (conducta), Juan salió a la ventana y la saludó (premió la conducta de Rita), se demoró unos 20 minutos entre vestirse, ir al baño y poner la pava para el mate, y salió a darle de comer a su perra (premio de nuevo). Rita, a la mañana siguiente, probó de nuevo con ladrar y volvió a recibir el mismo premio. Y así, por meses y por un par de años. Ta taaaaa, se formó un hábito.

Resulta que después de dos años viviendo solos, Juan trajo a vivir con él a Flor, quienes un día, de la nada, según me cuenta Rita, trajeron a un tercer humano, pero pequeñito, que no para de llorar, comer y hacer caca. Entonces ahora, según sigue quejándose Rita, a los humanos adultos ya no les hace gracia que ladre en la ventana porque despierta al humanito, que más de una vez no los deja dormir de noche.

Contacto:

Romina Gallo

3516669973

www.inteligenciaemocionalcanina.com.ar

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