Un turista cordobés en los Cenotes de Yucatán

Por Lucas Di Marco (para Negocios en el Sur). Luego de un recorrido de carretera desde la capital del estado, la bella ciudad de Mérida, se accede a las denominadas “estancias henequeneras” del Yucatán, donde se cultivaba la planta del Ágave, útil para la producción del tequila y otros fermentos.

Desde la entrada de estos grandes complejos agropecuarios que albergaron a cientos de trabajadores, surgen vías de ferrocarril, por donde un caballo irá a paso lento remolcando una carrosa por la huella ferroviaria hasta llegar a destino, atravesando campos donde otrora abundaba el henequen.

Ya en destino, trepando a una leve elevación podemos ver la entrada a un pozo en el suelo, desde donde una escalera, en tinieblas nos dará acceso al mundo de las aguas subterráneas del los Cenotes mayas. La vista tarda en acostumbrarse a la penumbra, hasta que brillos saltarines nos indican que algo se mueve a pocos pasos de donde estamos.

Una enorme olla de agua de cerca de unos veinte metros de diámetro permanece escondida como un tesoro bajo la roca, con aguas cristalinas como el mar Caribe que está a pocos kilómetros de ese lugar, pero sin una gota de luz de sol.

Sin embargo, una extraña luminosidad parece surgir desde el fondo de ese océano oculto, aunque nadie sabe donde comienza ni donde termina ese fondo. La profundidad de los cenotes rara vez es medida y la pureza y claridad del agua que en ellos hay se presupone proviene del mar.

Como buen turista, no no para de tomar fotografías y se apresura a ingresar a ese piletón de quietud casi mágica. Es entonces cuando uno descubre que los amigos mexicanos que nos han permitido conocer esta maravilla en su tierra, permanecen detrás, expectantes y casi mudos. Ante la pregunta de si van a meterse al agua, contestan negativamente: “es un lugar sagrado”.

Mucho menos acompañaron a quien escribe estas líneas a nadar y recorrer los bordes de “lago subterráneo”. Mis amigos mayas contemporáneos, oriundos de San Francisco de Campeche, me explicaron luego que en esos Cenotes los antiguos mayas practicaban rituales iniciáticos vedados para muchos, e incluso suicidios rituales.

Al saberlo uno no puede dejar de creer que México es un lugar tan complejo que más que un país milenario, son veinte países milenarios bajo una misma bandera. Tesoros que no figuran en los mapas turísticos salen a la luz a cada paso, siempre que uno se aventure a descubrirlos. Los Cenotes de Yucatán, son uno de esos tesoros.

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