Comenzaron las clases en el 17 de agosto

Esos locos bajitos hoy sonríen. Y cantan, tomados de la mano, más unidos que nunca. El jardín de infantes 17 de Agosto de Villa Allende, uno de los centros educativos afectados por las inundaciones en las Sierras Chicas, comenzó las clases en la mañana del miércoles. Tarde, pero seguro, alrededor de 350 chicos pudieron empezar el año escolar.

“Estamos muy contentos, éste es un día muy especial para nosotros”, asegura María Julia Ferreyra, directora del nivel inicial, con los ojos brillantes. “Es que, para poder llegar acá, tenemos que darle las gracias a muchas personas, a personal de la escuela, a los papás, a los chicos del secundario. Muchos alumnos tenían sus casas bajo el barro y venían a ayudarnos; ayudaban en sus casas y en la escuela. Eso no tiene precio”, explica Ferreyra.

Y en ese camino a la recuperación del jardín, la docente destaca el sentido de solidaridad que emergió del barro: “No fue necesario convocar a nadie. Todos llegaban y ayudaban. En los dos primeros días de feriado por el Carnaval, vimos a papás -que quizás durante el año no vienen mucho- pasar con las carretillas embarrados con mucha fuerza. Nosotros nos emocionábamos, llorábamos un poco y seguíamos sacando barro”.

Aquel 16 de febrero ofrecía un panorama oscuro. Sin embargo, el tiempo transcurrió y en Villa Allende asomó el sol. “Había que levantar la escuela. Algunos papás pensaron que nos llevaría dos meses la recuperación. En un primer momento, incluso nosotros creímos que podría llevarnos más tiempo. Pero no ha habido descanso, fueron jornadas de trabajo que empezaron a las 8 de la mañana y terminaron a las 21, sin solución de continuidad. Se hizo mucho, estamos en marcha”, remarca la directora del 17 de Agosto.

La escuela deja siempre una lección, una enseñanza, un mensaje. Y Ferreyra y el cuerpo docente que componen el instituto lo tienen en claro: “De lo que pasó aprendimos que, cuando se trabaja en equipo y codo a codo, se logran las cosas. Vimos la solidaridad, los valores que no se pierden. Se habrá ido mucho con el agua y el barro, pero quedaron la cooperación, la palabra de aliento, el hacerse presente, la ayuda, el juguetito que cada uno trajo por si hacía falta, el espíritu y las ganas de salir adelante. Supimos que, por más golpeado que uno esté, siempre se puede salir, y a eso lo hemos podido demostrar como escuela”.

Fuente: Prensa Gobierno de Córdoba

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